“Declaración de la Alianza Global Contra la Trata de Mujeres (Global Alliance Against Traffic in Women) con motivo del Día Internacional de las y los Trabajadoras y Trabajadores”
Este año celebramos el Día Internacional de las y los Trabajadoras y Trabajadores en medio de una pandemia global. Un virus de una diez-milésima parte de un milímetro de diámetro ha puesto la vida de todas las personas de cabeza. A la hora de esta publicación, la amenaza conocida bajo el nombre de nuevo coronavirus o COVID-19 ha cobrado más de 210.000 vidas y ha infectado más de 3 millones de personas. Las cifras siguen aumentando, los sistemas de salud de los distintos países están haciendo grandes esfuerzos para lidiar con el impacto y se avecina una recesión económica. La pandemia ha dejado a miles de millones de personas sin trabajo, sin hogar y sin seguridad alimentaria. Según una estimación de la OIT, las medidas de confinamiento parciales o definitivas afectan a casi 2.700 millones de trabajadoras y trabajadores, lo cual representa alrededor del 81% de la fuerza laboral mundial.
A medida que lidiamos con la situación cambiante, algunas cosas están claras: este virus ha expuesto las severas desigualdades en nuestras sociedades y el escenario abismal en el mundo del trabajo. Es obvio, si acaso alguna vez hubo dudas al respecto, que la mayoría de los gobiernos han priorizado las ganancias por encima de las personas. Quizá no sea sorprendente que la discriminación y la violencia estructural hacia los y las trabajadoras de cuidado, migrantes con salarios bajos y trabajadoras y trabajadores en la economía informal sean vistas incluso durante las medidas de contención en tiempos de COVID-19. En efecto, las imágenes que circulan a lo largo de las últimas semanas son las del éxodo de trabajadoras y trabajadores migrantes de ciudades confinadas, empleadas y empleados varados y apiñados en alojamientos improvisados haciendo colas para obtener comida, escenas horrorosas de trabajadoras y trabajadores acosados por las fuerzas policiales, mujeres siendo víctimas de violencia en sus hogares y agricultores cuyas cosechas se desperdician y cuyos productos no se venden.
Mujeres, las trabajadoras de cuidado no remuneradas
Este Primero de Mayo renovamos nuestra solidaridad con las trabajadoras de cuidado no remuneradas, quienes son mayormente mujeres. A medida que el COVID-19 ha cerrado vías para que las mujeres obtengan un salario, ha habido asimismo un gran aumento en sus responsabilidades como trabajadoras de cuidado. Antes de la pandemia, las mujeres hacían tres veces más trabajo de cuidado no remunerado que los hombres. Ahora que los niños no están en la escuela, los hombres no están en el trabajo, las trabajadoras de cuidado remuneradas no pueden ir a las casas y las necesidades de cuidado de las personas mayores han aumentado, esa carga se ha multiplicado para las mujeres en todos los estratos y países. Para colmo, hay reportes de un aumento continuo de violencia doméstica y maltrato infantil durante el confinamiento. Encerradas dentro de sus casas, las mujeres han perdido el apoyo de sus colegas. Asimismo, muchos refugios públicos y privados están cerrados actualmente.
Otras/otros trabajadores indispensables y subestimados
Dado que las ciudades están inactivas y el miedo a la infección se ha esparcido, las condiciones precarias de vida y laborales de un gran número de personas se han hecho extremadamente visibles. Muchas de estas personas son migrantes cruzando la frontera que trabajan en pequeñas y medianas empresas, como trabajadoras domésticas a medio tiempo, vendedoras y vendedores ambulantes, trabajadoras y trabajadores a domicilio, obreros de construcción y fábricas de exportación de ropas y otros sectores. Algunos y algunas tienen salarios mensuales temporales basados en contratos con seguro social limitado o inexistente, algunos/algunas son remuneradas por día, otros/otras por pieza fabricada y muchos/muchas dependen de las ventas diarias del negocio. Algunos países han tomado una decisión instantánea de aplicar el confinamiento, dejando a estas y estos trabajadores no solo sin empleo sino también sin el pago de sus salarios. La mayoría de estas personas se han encontrado abandonadas en dormitorios y sin dinero para pagar la renta y algunas han sido expulsadas de sus alojamientos. Los y las trabajadoras en las fábricas exportadoras de ropas y cuero están en riesgo de perder sus trabajos definitivamente ya que las exportaciones probablemente caerán en picado. La ayuda de contingencia del estado no llega a muchas de estas personas y los actores no estatales están saturados de exigencias.
Un grupo de trabajadores y trabajadoras que no han perdido sus empleos pero que trabajan todo el día arriesgando sus vidas son las personas en el sector de la salud y la higiene. Si bien es deplorable que haya escasez de equipos de protección para el personal médico y enfermero, es igualmente vergonzoso que las personas en el peldaño más bajo de este sector sean completamente ignoradas.
Cuando echamos un vistazo al escenario rural, los errores políticos de numerosos gobiernos son aún más evidentes. Por varias décadas ya, muchos países se han concentrado en cultivos comerciales y el monocultivo. El uso de pesticidas y fertilizantes químicos ha encarecido la agricultura a pequeña escala y ha destruido el suelo. El desamparo rural ha sido uno de los factores principales que llevan a la migración hacia trabajos precarios. El COVID-19 ha dejado las cosechas tiradas en los campos y la producción de muchos agricultores sin vender debido a la ruptura de las cadenas de suministro.
¿Cuáles son entonces nuestras esperanzas este Primero de Mayo?
La injusticia y la discriminación en el mundo laboral no fueron creadas por el virus. Ya estaban ahí. Fueron el resultado de ciertas decisiones políticas que permitimos tomar a nuestros gobiernos. El COVID-19 solo hizo esos desequilibrios evidentes en el mundo.
Esperamos que esta crisis sirva como llamado de atención para todas/todos nosotros: las personas, los estados y el sector privado.
Hacemos un llamado a los estados para reconocer el valor del trabajo de cuidado no remunerado y para tomar medidas inmediatas con el objetivo de abordar la violencia doméstica durante el período de confinamiento. Todas las personas en el hogar deben respetar a las trabajadoras no remuneradas y asegurar una distribución equitativa de este trabajo. El año 2020, que marca el 25° aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing, es un recordatorio de nuestros compromisos hacia la igualdad de género. No debemos permitir que el COVID-19 haga retroceder los pequeños logros alcanzados durante las últimas décadas respecto a este tema.
El COVID-19 no va a desaparecer pronto. Las medidas de distanciamiento físico puede que sean aplicadas aún por largo tiempo. Sin embargo, esto no debe convertirse en una excusa para despedir a las personas o reducir sus salarios. Exigimos a los estados que pongan en marcha sistemas de sanidad y de seguridad social más sólidos. Una mejor atención médica y seguridad social prevendrán muchos desastres, no solo pandemias.
Es probable que algunas medidas de vigilancia sean aplicadas o se vuelvan permanentes en nombre de la contención y la prevención. Sin embargo, esas medidas no deben violar los derechos fundamentales a la libertad de asociación. Hoy más que nunca, la organización de los y las trabajadores es crucial. Y aún así, tal organización necesitará llevarse a cabo sin congregar grandes masas. Las medidas de protección de la seguridad y salud laboral no deben socavar la libertad de asociación y negociación colectiva. Hacemos un llamado a los estados para que los estándares fundamentales de protección de la seguridad y salud laboral sean derechos fundamentales aplicables a todas y todos los trabajadores, independientemente de su nacionalidad, sector laboral o estatus de migración.
Hacemos un llamado a los estados para crear más empleos en el sector público en lugar de contratar y externalizar servicios. Bajo el pretexto de facilitar los negocios, la externalización permite a los empleadores evadir responsabilidades mientras que los contratistas continúan imponiendo condiciones laborales y de vida injustas, lejos de la regulación y el escrutinio del estado.
Durante décadas la movilidad laboral ha ido incrementando y el COVID-19 tendrá un gran efecto sobre las y los trabajadores migrantes. Retornos masivos de migrantes internos ya se han observado en algunas partes del mundo y varios países de destino han pedido a sus países de origen tomarlos de vuelta. Pero al regresar, no hay trabajo para estas personas en el país de origen. Exhortamos a los gobiernos a dar apoyo inmediato a las y los trabajadores retornados , a repensar sus paradigmas de desarrollo y a aceptar que los modelos de crecimiento ilimitado en última instancia no son sostenibles.
Aunque los estados en los países de origen deben repensar su dependencia de las remesas, definitivamente no nos dirigimos hacia un mundo sin migración. La movilidad humana ha sido y seguirá siendo una realidad en nuestras vidas. El Pacto Mundial sobre Migración ha destacado aspectos positivos de la migración y el hecho de que es tanto una necesidad como un derecho para las personas. Hacemos un llamado a los países de destino para que reconozcan la contribución de los y las trabajadores migrantes a sus economías, tomen medidas inmediatas para mejorar sus condiciones laborales y de vida, detengan la criminalización sistémica de la acción colectiva de las y los trabajadores migrantes y su exclusión de las leyes laborales y no utilicen la pandemia como excusa para recortar derechos.
Un eslogan popular de las recientes protestas en Chile resume nuestras ideas en este momento: “No volveremos a la normalidad porque la normalidad es el problema”. Incluso cuando deseamos que las medidas de distanciamiento físico se terminen, sabemos en un sentido más profundo que nuestro mundo posterior a la cuarentena no debe ser una réplica del pasado. Nuestra esperanza más ferviente en este Primero de Mayo es entonces un diálogo dentro de la sociedad civil y entre el estado y las personas. Debemos analizar nuestros paradigmas actuales de desarrollo juntos para reimaginar y co-crear nuestro futuro colectivo.
Traducción: Javier Arteaga