En tiempos de emergencia, la humanidad demuestra lo mejor y lo peor de sí. Y aunque en el Perú gran parte de la población ha dado muestras de fraternidad y conciencia social, también, lamentablemente, hay un sector que se debate entre el egoísmo y la indiferencia.
Miles de personas han sido detenidas por no respetar el aislamiento obligatorio, otras no mantienen la distancia debida ni usan mascarillas cuando salen a hacer compras, mientras, otras, en las redes sociales, señalan, con gran alivio, que solo los adultos mayores están en peligro. Todo ello es una muestra lamentable no solo de la irresponsabilidad de las personas para consigo mismas sino, sobre todo, de la indolencia, de la ausencia de solidaridad y de empatía; en buena cuenta, de la nula capacidad de ponerse en el lugar del otro. Entonces, si un grueso de la población no se sensibiliza por una enfermedad que es altamente contagiosa, agresiva y mortal, cabe preguntarse, ¿podemos esperar que se involucren en la lucha contra las diversas formas de la explotación humana?
La respuesta puede parecer desalentadora, pero no lo es. Se sabe que, si bien las campañas de sensibilización logran que muchos comprendan en seguida la magnitud y las consecuencias del problema, siempre hay quienes, en cambio, no muestran el mismo interés. Y, revertir esa realidad, es el reto constante que asumimos todos quienes, desde diferentes lugares de la sociedad, tenemos como objetivo lograr la sensibilización y la denuncia ante delitos tan graves como la trata de personas, la explotación sexual, la explotación laboral, el trabajo forzoso y la mendicidad, en particular cuando involucra a la población más vulnerable: niñas, niños y adolescentes.
En tal sentido, CHS Alternativo, no cesa su labor y, mediante las vías de comunicación disponibles, continúa brindando información y alentando a la población a denunciar cualquier acto de explotación humana y de violencia doméstica. Hay que recordar que la cuarentena puede ocultar o potenciar actos como la violencia física, sexual y psicológica, teniendo como víctimas a los integrantes de la familia y a cualquiera que viva bajo el mismo techo, como, por ejemplo, las trabajadoras del hogar.
Que haya personas que se muestren ajenas a la lucha contra la explotación humana nunca ha sido factor de desaliento, al contrario, nos ha involucrado todavía más en nuestra labor con la invariable convicción de que ellos, los indolentes, los que parecen impermeables a la realidad de las víctimas, serán cada vez menos. De igual manera, esperamos que, en estos días aciagos, la responsabilidad y la razón se multipliquen y nos inmunicen contra todo tipo de desidia social.
No hay comentarios aún