Hoy, el país fue testigo de de la escandalosa realidad en la que viven decenas de menores de edad que habitan el VRAE, captados y adoctrinados por Sendero Luminoso.
Este reclutamiento realizado por el grupo subversivo no es un hecho reciente: existen registros del 2001 y el 2002 de la captación de estos niños, niñas y adolescentes -en su mayoría indígenas asháninkas- procedentes de la zona del río Ene.
La historia continúa
A más de un año de tocar este tema en una edición del Reporte Alternativo de agosto 2009, la incautación de una cámara fotográfica de un grupo de terroristas, permitió difundir imágenes en las que se observa a decenas de menores de edad, entre 5 y 16 años, portando armas, aprendiendo la ideología de SL y viviendo bajo duras condiciones. Así, el reportaje realizado por la revista Caretas denuncia nuevamente esta situación en la que los menores de edad son víctimas de lo que constituye, casi de manera camuflada, el delito de trata de personas. De igual manera, hace poco más de un año, el programa Punto Final de Frecuencia Latina, difundió imágenes del camarada Alipio con un grupo de niños a los que alentaba llamándolos pioneros.
Más de lo mismo, como si los afectados no fueran la razón de ser de un Estado: su gente, niños, niñas y adolescentes. Urge, por ello, que el Estado, ausente por muchos años en esta zona actualmente controlada por el terror, actúe para que desde todos sus frentes, venza esta crónica realidad que viene cobrando la libertad de cientos de menores en el interior del país. Estos menores de edad viven bajo circunstancias infrahumanas, en un ambiente de violencia, instados a matar, donde no sólo son adoctrinados con la ideología senderista y adiestrados para portar armas y aprender técnicas de combate, sino que también son obligados a participar en distintas etapas de producción del narcotráfico, como el pisado de hojas de coca en las pozas de maceración, entre otras.
Han habido esfuerzos, pero no es suficiente. Es apremiante la acción del Estado en esa zona para recuperar a las niñas, niños y adolescentes que fueron captados bajo esa modalidad y atenderlos como se debe, orientando los esfuerzos a re insertarlos en la sociedad. La captación de estos niños para ser explotados, esclavizados -bajo el paraguas de una obligada convicción- el terrorismo y el narcotráfico es, sin más, una forma de Trata de Personas.
Hoy más que nunca, los ojos críticos de la sociedad civil están puestos en el accionar del Estado, para detener esta cruel realidad que, como todos advertimos, se ha vuelto en una crónica cantera del terror. Urge salvar la vida de estos menores de edad ahora: cada segundo perdido es un punto en contra en esta lucha. Urge recuperar y preservar sus ganas positivas de vivir, sus ganas de soñar, de aprender y de hacer crecer al Perú.
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