N° 225: La lucha contra la trata es una de las formas de ubicarnos en las periferias existenciales donde nos quiere el Papa


Fray Vicente Imhof, orden franciscana conventual y miembro de Red Kawsay Perú.

El Perú está próximo a ser país anfitrión del Papa Francisco, quien en la Carta Encíclica Laudato expresó su preocupación por las diversas formas de explotación de seres humanos en la actualidad. ¿Qué expectativas se tienen ante la presencia del mismo en nuestro país con respecto a este tema (trata de personas, explotación sexual y laboral, trabajo forzoso, etc.)?

La encíclica Laudato  afirma que el grito de la tierra y el grito de los pobres (excluidos, explotados etc.) es en realidad un solo grito. Por esto no dudo que la vista a Madre de Dios y el llamado de atención sobre la vulnerabilidad de la Amazonía y su población originaria, también tematizará la trata de personas en todas sus formas de explotación. El Papa sabe que en nuestro Perú la práctica de fe está asociada en gran medida a los ritos religiosos, lamentablemente dejando de lado el mensaje social de la Iglesia. Espero que el magisterio de Francisco nos recuerde que la verdadera sacramentalidad característica de lo católico inevitablemente nos remite al cuerpo, a su dignidad, belleza y fragilidad.  Así me gustaría que durante la concentración de imágenes de devociones católicas en la ciudad de Trujillo, el Papa nos haga ver que la imagen más sagrada de Dios es el ser humano, precisamente en su vulnerabilidad: el Dios cristiano se deja tocar y hasta herir, así que los y las heridas por ejemplo las víctimas de trata son su sacramento.

Ante la debilidad del Estado frente a la atención de las víctimas, ¿qué rol cumple la Iglesia Católica? ¿Por qué ha decidido involucrarse?

Basta con leer los informes alternativos de CHS para saber que la atención a las víctimas es la parte menos trabajada en la política nacional contra la Trata de Personas. Ahora, honestamente, como actores de Iglesia, también estamos más involucrados en actividades de prevención e incidencia que en la protección y la reintegración de personas afectadas. Veo el desafío de movernos entre dos criterios: por un lado la antigua exigencia patrística frecuentemente retomada por el Papa Francisco de ser los/as primeros/as en no tener miedo de tocar la carne de Cristo, efectivamente tangible, desde una lectura de fe, en las biografías dolorosas de personas heridas… y, por otro lado, tener cuidado de no caer en la trampa de algunos funcionarios del Estado quienes, para justificar la propia incapacidad o falta de interés, delegan el acompañamiento de víctimas a la Iglesia.

¿Existe una relación entre la Iglesia Católica y la sociedad civil en el trabajo en la lucha contra la explotación de seres humanos? ¿Por qué es importante?

En primer lugar: como Iglesia Católica nos sentimos parte de la sociedad civil y no una entidad aparte que flota en el espacio metafísico. La principal fortaleza que compartimos es nuestra internacionalidad o la articulación con pares en otros países, respectivamente. La Iglesia, igual  que las organizaciones como CHS, ejerce la doble función de vigilancia y ensayos de acciones alternativas de cara al Estado. Nuestra experiencia de trabajo en red dentro y fuera del país nos constituye en aliados naturales a la hora de juntar nuestros escasos recursos y orientarlos hacia objetivos comunes. Finalmente considero que, a pesar de todos los escándalos de los últimos años, tanto ustedes como nosotros contamos todavía con cierto capital social alternativo que se llama credibilidad de cara al Estado.

Nos encontramos en una coyuntura política complicada, donde la palabra «reconciliación» suena en todos los espacios del Poder Ejecutivo y medios de comunicación. Pero ¿hablamos de una reconciliación real? De no ser así, ¿qué se necesita para alcanzarla? ¿Cómo reconciliarse con las víctimas y potenciales víctimas de explotación?

En la teología pastoral  la «reconciliación» es un proceso de varios pasos: el reconocimiento y el sincero dolor por el daño causado (pecado) va junto con la «confesión completa» del mal cometido y, en lo posible, la restitución de los bienes afectados. El crimen de la trata de personas es un fenómeno criminal con profundas raíces estructurales en nuestro país, y no se deja reducir a la «acción perversa» de unos cuantos depravados. Por eso, sin dejar de reconocer la necesidad de la persecución de actores identificables a lo largo de la ruta del crimen, la tarea de la reconciliación debe comprometer el conjunto del tejido social de nuestra sociedad. Por eso diría que una reconciliación que merece este nombre no se gestiona primeramente entre la víctima y sus tratantes, sino con la sociedad en grande que produce y reproduce víctimas y victimarios. Sin entrar en detalles, considero que las expresiones restitución de derechos y viabilización de proyectos alternativos de vida se acercan más a lo que me imagino como reconciliación.

Siendo el Perú un Estado laico, la visita del Sumo Pontífice está generando bastante expectativa a nivel nacional. ¿Cómo hacer para que el mensaje del Papa trascienda del ámbito religioso?

El Papa y la Iglesia innegablemente son también actores políticos, ya que el Evangelio y una teología seria necesariamente tienen relevancia política. Así, en julio de 2016, el Sumo Pontífice invitó a jueces y magistrados de todo el mundo a participar en la Cumbre contra la Trata y todas las nuevas formas de Esclavitud, organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales en Roma: de parte del Perú participó la Dra. Rosario López Wong de la UCAVIT. En esta ocasión Francisco afirmó que no cabe el adagio de la Ilustración, según el cual la Iglesia no debe meterse en política, la Iglesia debe meterse en la gran política porque cito a Pablo VI «la política es una de las formas más altas del amor, de la caridad. Y la Iglesia también está llamada a ser fiel con las personas, aún más cuando se consideran las situaciones donde se tocan las llagas y el sufrimiento dramático, y en las cuales están implicados los valores, la ética, las ciencias sociales y la fe. Más claro que esto, ¡solo el agua».!

Además de pertenecer a la Orden Franciscana del Perú, es miembro de la Red Kawsay. ¿Cuál es el compromiso que asume la Red en la lucha contra la trata de personas y la explotación?

La «Red Kawsay» Vida Consagrada por una Sociedad sin Trata de Personas es una red internacional que pertenece a la Conferencia de Superioras y Superiores Mayores de Vida Religiosa del Perú. Desde América Latina forma parte de la «Red Thalita Kum» que, con sede central en Roma, coordina acciones a nivel mundial. Igual que en todo el mundo, nos comprometemos con acciones de prevención, incidencia política a través de la participación en la mayoría de las Redes Regionales contra Trata de Personas y Tráfico ilícito de Migrantes, y la asistencia de personas afectadas desde las diferentes espiritualidades de las congregaciones integrantes. Por ejemplo, en Madre de Dios una religiosa dominica preside la Veeduría Regional contra Trata de Personas.

Ahora, considero que en el contexto peruano nos tocan dos tareas principales. Por un lado la sensibilización ad intra de la Iglesia, es decir en la movilización de obispos, clero y vida religiosa: la lucha contra la trata es una de las formas de ubicarnos en las periferias existenciales (¡y hasta geográficas!) donde nos quiere el Papa. Y luego de cara al Estado: considero que la misión profética de la vida religiosa hoy consiste en proporcionar unos pocos espacios paradigmáticos para procesos de sanación, empoderamiento y ensayos de nuevos proyectos de vida para las personas afectadas. Claro, lo haremos en beneficio de las personas.¡y para poder seguir fastidiando con más credibilidad y conocimiento de causa!

 

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