El pasado 2 de agosto se lanzó la I Cruzada Nacional contra la Trata de Personas, liderada por el Grupo Multisectorial Permanente contra la Trata de Personas que integran doce ministerios, cuatro organismos de cooperación internacional y dos organismos no gubernamentales.
El nombre de la actividad, «Cruzada», se asocia a un hechohistórico que actualmente supone movilizar a grupos importantes de personas en pos de un objetivo común y muy valioso: la necesidad urgente de prevenir la Trata de Personas en el país.
¿Un desafío?
Una semana después del lanzamiento de la Cruzada, los medios de comunicación informaron sobre la muerte de un agente encubierto de la PNP («Gato») que hacía un trabajo en el local nocturno «La Anaconda» en el distrito de Los Olivos.
Tal como cita la nota de La República, éste «había descubierto una mafia que captaba a chicas para las redes de prostitución en Lima. Con falsas promesas de trabajo las traían de Ecuador y de Piura».
Más allá de la crónica policial, este hecho pone en evidencia una vez más un patrón recurrente para la captación de víctimas en el país: LA FALSA OFERTA DE TRABAJO y enciende una alerta para las autoridades: «la trata de personas en el Perú se está globalizando, empieza a vincularse al narcotráfico y aprovecha la permeabilidad de las fronteras».
Si bien en otras editoriales nos hemos ocupado de ello, la persistencia del problema llama la atención y encierra una reflexión «Qué fácil es engañar a una persona en el país» y «Qué fácil es dirigirla a un callejón sin salida de donde nunca regresará».
En ese escenario, la Cruzada Nacional puede y debe ser la perfecta excusa para poner el tema en agenda pública, pero la coyuntura parece gobernar el discurso de los voceros públicos y la agenda de los medios de comunicación. Luego de lanzada la cruzada son pocos los medios de comunicación que informan sobre el tema.
Las últimas noticias han puesto en la agenda a los «marcas» y la «seguridad ciudadana» ha pasado a convertirse en uno de los principales temas del discurso electoral municipal. ¿Acaso la trata de personas no es un tema de seguridad ciudadana? ¿Acaso en lo regional y local, no es donde operan los bares, cantinas, paneles de empleos «falsos», donde se deben realizar los controles del traslado de menores de edad?
La trata de personas no es una cosa de juego, ni un problema de segundo nivel. Es precisamente ese pensamiento el que permite el crecimiento que experimenta la criminalidad organizada de este delito. Los ingresos económicos se multiplican y con ellos el problema se hace más complejo.
Nadie duda que para prevenir hay que informar y el mayor reto es llegar a Juana, José, a la señora de la bodega, a la ama de casa, el obrero: a todos. Ese es el reto, ese es el sentido de las Cruzadas.
Puede leer también:
No hay comentarios aún