Especialista en gestión de proyectos relacionados con la ciudadanía, salud y medio ambiente, Marcela Rabanal Pajares es la coordinadora de programas sociales del Instituto de Investigación, Capacitación y Promoción «Jorge Basadre» (IINCAP) de Cajamarca. En la entrevista explica cómo la minería formal, una industria tan productiva y de bonanza para la región, termina fomentando indirectamente la trata de personas.
¿Qué tan conocido es el delito de la trata de personas en la región?
En Cajamarca, las únicas personas que saben del tema son los fiscales y los jueces. Es más, ni siquiera los fiscales de familia o de prevención del delito están muy seguros de conocerlo. Fuera de eso, ninguna otra autoridad sabe mucho sobre trata. Y menos la población. La mayoría cree que la trata de personas es un acuerdo, un pacto entre individuos: un sinónimo de trato. No lo relacionan con situaciones de explotación sexual y laboral.
¿Ni la policía?
Por lo general, aquí los agentes tipifican los casos de trata como abuso sexual o maltrato. Solo los policías que han sido capacitados adecuadamente pueden identificar las situaciones de trata, pero el problema es que en diciembre ellos fueron trasladados a otras dependencias: hemos vuelto a cero, ahora habría que volver a capacitar a los nuevos. Lo ideal sería que los policías ya supieran del tema desde su propia escuela de formación.
Si no se entiende mucho el concepto del delito, tampoco debe haber muchas denuncias de trata en la región…
Una anécdota: el año pasado hicimos una campaña social para visibilizar el tema y colocamos un enorme cartel en la fachada del Poder Judicial. Allí se hablaba de las falsas ofertas de trabajo, y su lema era: «Ningún trabajo vale más que tu libertad». ¿Sabes qué ocurrió? Nos llamaron al teléfono de auxilio pensando que era una propuesta de trabajo: nos pedían empleos. No lo entendían como campaña social. Eso te dice contra qué luchamos.
¿Y entonces?
Las denuncias por trata son casi nulas en Cajamarca. En Jaén sí hay casos, sobre todo de explotación sexual, mientras que en Cutervo y Chota son de explotación laboral: menores de edad que son llevadas a otro lugar para trabajar como empleadas domésticas o vendedoras ambulantes y permanecen incomunicadas.
¿Y por qué en Jaén hay más casos de explotación sexual?
Jaén es una zona que está en la ceja de selva, una zona donde los padres suelen tener costumbres muy flexibles: de hecho, envían a sus hijas a trabajar en cualquier lugar, sin importar si son bares o cantinas. Y todo porque creen que los niños deben salir a trabajar en lo que sea y ganar dinero como sea. Por lo mismo, si una niña se involucrase con algún adulto que le entregase dinero, son capaces de aceptar la situación.
¿Jaén es una zona muy pobre?
Jaén es una zona muy comercial. Casi el 10% de su población son personas de mucho dinero, que maneja empresas y siembras de arroz, café y cacao. Sin embargo, el resto de la gente es muy pobre y vive del comercio de esos empresarios. Entonces hay épocas -entre mayo y agosto de cada año- en las que se origina una mayor cantidad de casos de trata: niñas que son traídas al pueblo porque hay más comerciantes dispuestos a gastar en ellas.
Es una mezcla de oportunismo comercial más pobreza más costumbres culturales…
Exacto, son todos factores que fomentan la trata de personas en la región.
¿Y en Cajamarca no ocurre nada?
En la misma ciudad hay más de 300 night clubs en los que se moviliza a jovencitas de distintas partes de la región. Hay mucho dinero por la gente que trabaja en las minas, y además porque hay muchas empresas que ofrecen servicios a las grandes compañías, y suelen traer personal de todas partes del país por periodos cortos de tiempo. Ellos son los principales clientes.
En Cajamarca no hay minería informal como en Madre de Dios, pero de algún modo la industria los perjudica…
Así es. De hecho, muchos de los que trabajan en las empresas mineras como los ingenieros o los administradores de planta- son los dueños de estos night clubs.
¿Y el traslado por carreteras de las menores de edad es muy sencillo?
No hay control policial. Casi no existen las empresas formales que obligan a los pasajeros a identificarse -sobre todo cuando hay niños-. Las que abundan son las líneas de transporte inter-regional, y en ellas es común el traslado informal de pasajeros. Pero hay algo más: cuando se han hecho operativos, la policía solo registra a los hombres: a las mujeres no se les pide identificación. Es para ponerse a pensar: ¿cuántas mujeres podrían estar siendo trasladadas en esos buses en contra de su voluntad?
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