N° 198: Las políticas públicas no están dando resultados para erradicar la violencia contra la mujer


Entrevista a María Ysabel Cedano, directora de DEMUS

1. El 24 de noviembre es el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer. Esta fecha nos recuerda el asesinato en 1960 de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa a manos de militares de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. En 1999, la fecha fue instaurada por ONU como un día mundial de lucha. ¿Qué crees que significa esta lucha hoy en día?  

En el caso del Perú, el movimiento feminista vine luchando desde los 70 contra la violencia a la mujer. En esa época se trataba de una violencia que se manifestaba a través de las relaciones desiguales de poder. Este año los peruanos hemos gritado al unísono: ¨ni una menos.¨ Después de más de 30 años de denunciar, ahora estamos sintiendo que no queremos seguir muriendo por culpa de la violencia. Es un reclamo general a la sociedad y al Estado para exigir que la política pública tenga resultados y el sistema de justicia sancione la violencia. Leyes existen, política pública existe y no está dando resultados. Estamos indignadas y ya no se puede seguir permitiendo que se desaparezcan mujeres o que sean torturadas por el simple hecho de ser mujeres. Con este día queremos llamar a la conciencia que este es un mal que debe ser erradicado y por eso el 26 de noviembre vamos a marchar nuevamente, porque debemos protestar y continuar luchando.

2. ¿De qué forma el Estado es cómplice de la violencia de género? ¿Qué puede hacer el Estado para combatir la violencia de género que no esté haciendo ya? 

Cuando analizamos los últimos casos que han causado tanta indignación, como el de Lady Guillén, uno puede darse cuenta de una relación perversa entre el patriarcado en forma de machismo y la corrupción en el sistema de justicia. Para el Estado el problema de corrupción no es central en términos de género, y eso es central porque sí afecta al género cuando la corrupción institucionaliza y naturalizada se presta a dejar en impunidad la trata de personas, la violencia en relaciones de pareja y la violencia sexual. La lucha contra la corrupción es crucial en este sentido. Los agresores y sus redes van a hacer un aprovechamiento de género, pero se van a escudar en los sistemas de corrupción para estar en salvaguarda usando la injerencia política. Cuando reclamamos justicia para casos de violencia de género tenemos que tener en cuenta que estamos ante un Estado con problemas. Familias con poder político van a usarlo para defender a su prole agresora.

3. Dentro del delito de trata de personas 9 de cada 10 víctimas son mujeres, y 6 de 10 menores de edad según data recopilada en el IV Informe Alternativo 2015-2016. De estos casos muy pocas logran escapar de los círculos de explotación e incluso algunas terminan abriendo sus propios prostibares en los que captan víctimas. ¿Cómo podríamos explicar este nivel de violencia de género por parte de mujeres que comenzaron como víctimas?

Se puede explicar porque el sistema patriarcal y machista es un sistema que naturaliza la violencia contra la mujer. Este sistema está construido sobre el sistema genero binario que divide la sexualidad entre hombres y mujeres, es decir, solo reconoce dos sexos y jerarquiza sus relaciones, les asigna roles para mantener un estatus de dominio y subordinación de los masculino sobre lo femenino.  Incluso, el sistema le asigna roles a unas mujeres para ejercer presión sobre otras; el rol de la suegra sobre la nuera para que fiscalice que sea la esposa adecuada para el hijo es un ejemplo. Dentro del crimen organizado también hay un tipo de rol que se le asigna a la mujer. En el narcotráfico las burriers suelen ser mujeres, en la trata muchas veces son las mismas familias y las madres las que terminan permitiendo, o propiciando, la explotación sexual o laboral de sus hijas. Este sistema es tan perverso que hace que -ante la falta de recursos, oportunidades, bienestar y trabajo- se use el cuerpo de las mujeres para comercializarlo o esclavizarlo y otras mujeres lo permiten. Dentro de las mafias, las mujeres suelen ser utilizadas como la bisagra entre el explotador y las víctimas, ellas son las cuidadoras, las que se ganan la confianza y reemplazan ese rol materno que busca proteger bajo la forma de control. De esta formar las mafias se aprovechan de los roles de género relacionados con la maternidad, el cuidado, la vigilancia y el control. Es un sistema realmente perverso porque termina convirtiendo al a víctima en victimario, pero quién se beneficia realmente del poder y el dinero no son ellas, son otros.

4. ¿Cómo se puede luchar contra este flagelo desde la sociedad civil? ¿Individualmente qué podemos hacer? 

El problema de la violencia de género que vivimos en la actualidad se ha visto agudizado por el modelo económico neoliberal que ve todo como una mercancía, incluso a las personas. En un modelo donde todo se puede comerciar, la figura de la mujer -que suele tener un valor menor en relación al hombre- es lo primero que se coloca a servicio y su integridad es lo primero que se sacrifica. Por eso incluso en la trata vemos que son las propias familias las que entregan a sus hijas a sus tratantes o las explotan. Pasan por dificultades económicas y la solución más urgente al problema es explotación laboral o sexual de las mujeres de sus propias familias. Dentro de la lucha contra la violencia, también podríamos identificar cierto grado de discriminación en este sentido ya que suele suceder que delitos como la trata son poco abordados dándole prioridad a los delitos pasionales o relacionados a la relación de pareja. Creo que esto principalmente se debe a que la trata de personas suele afectar a los sectores económicamente deprimidos de la sociedad y el valor que se la da a su voz depende de su valor socioeconómico. En un escenario como este, una persona marginada que vive en el campo y es víctima de explotación laboral, sexual o de trata no representa un problema igual de grave que un caso de feminicidio, sin embargo ambos son igualmente importantes. Si como sociedad podemos empezar a entender nuestros propios sesgos habremos logrado bastante.
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