En marzo de 1988, en Colombia, por primera vez, diversas organizaciones de trabajadoras del hogar de Latinoamérica se reunieron para compartir experiencias e intercambiar ideas sobre su problemática. En ese evento se constituyó el 30 de marzo como el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Esta fecha fue ratificada por el Perú en 2007.
Desde entonces, ha habido avances significativos en la lucha por la reivindicación de los derechos laborales y sociales de las trabajadoras del hogar. Así, en el 2011 varios países, entre ellos el Perú, adoptaron el Convenio 189 de la OIT sobre el Trabajo Decente para las Trabajadoras y los Trabajadores Domésticos. Luego, recién siete años después, el Congreso de la República ratificó el convenio.
El trabajo doméstico, pese a su enorme contribución a la economía y estabilidad familiar, suele estar asociado a injusticias como el maltrato, extensas jornadas de trabajo, bajas remuneraciones, mínimo acceso a la seguridad social y extendido e impune incumplimiento de las leyes laborales.
Se trata, por tanto, de un trabajo subvalorado. Los empleadores consideran que es un oficio sencillo, sin necesidad de preparación y por ello suelen minimizar la real importancia de las trabajadoras que laboran en la intimidad de sus hogares.
Lamentablemente, el trabajo doméstico también está relacionado a una actividad mucho más grave y de implicancias penales: la trata de personas.
La trata de personas con fines de trabajo doméstico es una problemática casi invisibilizada. Cuando a la trabajadora del hogar la encierran, le quitan los documentos, le prohíben la comunicación y la maltratan psicológica y físicamente, esta se transforma en una pertenencia más de la casa y vive a expensas de la voluntad del empleador. Entonces se puede configurar un caso de trata de personas o trabajo forzoso.
Asimismo, como se conoce, el padrinazgo continúa siendo una de los medios por los que gran número de menores de edad llegan a ser trabajadoras del hogar. Sin embargo, muchas veces esta práctica ancestral le deja abierta la puerta a los tratantes que, mediante el engaño, crean vínculos de confianza con las familias de la víctima.
Por lo general, se considera que la trata de personas ocurre en lugares alejados, en espacios ajenos a los nuestros. Sin embargo, este flagelo puede estar sucediendo mucho más cerca de lo que nos imaginamos. Aunque no hay cifras oficiales de cuántas personas estarían en esta situación, se estima que del más de medio millón de trabajadoras del hogar que existen en el país, la mitad es menor de edad y muchas de ellas trabajan en condiciones desfavorables.
Ante esta realidad, CHS Alternativo ha venido realizando actividades y campañas -como No me des la espalda- con el objetivo de visibilizar la relación que existe entre la trata de personas y el trabajo doméstico en nuestro país, así como sensibilizar a la población para que denuncie estos casos.
En suma, en referencia a la situación general de las trabajadoras del hogar, fechas como esta sirven para reconocer lo que se ha avanzado en cuanto a sus derechos, así como para recordar que falta recorrer todavía mucho. Por ejemplo, en noviembre próximo, el Perú tiene que rendir cuentas a la OIT respecto a qué pasos ha dado para adecuar la actual legislación a los estándares del convenio 189. Entre los puntos centrales que deben ser agregados a nuestra normativa están: la remuneración no puede ser menor al sueldo mínimo vital y tiene que existir un contrato laboral escrito.
En cuanto al trabajo doméstico y la trata de personas, se requiere un trabajo constante y articulado entre la sociedad civil y el Estado para lograr su visibilización. En ese mismo sentido, se debe cultivar una cultura de denuncia a fin de desterrar la tolerancia social que lleva, con el tiempo, a la normalización del delito. En tanto se trata de un ilícito que ocurre en la intimidad del hogar, su detección es complicada. Pese a ello, el Ministerio Público ya ha procesado algunos casos. Reiteramos: toda la sociedad en conjunto debe evitar la continuidad de la explotación doméstica. Un solo caso, una sola víctima, ya es inaceptable.
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