Uno parte siempre de la misma pregunta: ¿Y dónde están las mujeres? Porque no es fácil saberlo. Siempre permanecen ocultas. Invisibilizadas. O en constante traslado. Las organizaciones de trata que las captan se movilizan por toda Europa: todo el tiempo cruzan fronteras con un cargamento de mujeres sin documentos de identidad. Todas estafadas, creyendo que al fin podrán conseguir la estabilidad laboral en algún país extranjero. Lo peor de todo es que el endurecimiento de las leyes anti-migratorias -una política común en los países del primer mundo- ha terminado propiciando el fortalecimiento de las redes de trata por todo el mundo.
Al menos así es como lo ve Ruth Van Dyke, la investigadora británica que estuvo la semana pasada en Perú.
Invitada por CHS Alternativo y como parte de un proyecto financiado por la embajada del Reino Unido, la especialista realizó dos conferencias en las que analizó cómo la Policía Metropolitana de Londres intenta desactivar las redes de trata que se ramifican por todo el mundo. Con ello no solo demostraba los esfuerzos de un gobierno preocupado, sino también su interés en compartir estrategias policiales que bien podrían aplicarse en el Perú -si a las autoridades les interesara-.
Como por ejemplo a Susana Villarán, la alcaldesa de Lima. No solo porque participó en estas conferencias, sino también porque anunció una campaña interdistrital contra la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes en todo la zona de Lima Sur. Para ese entonces, los agentes del Serenazgo también ya habían aportado su cuota de cooperación al haber participado en los talleres de capacitación para resolver casos de trata dentro de Lima Metropolitana.
Lo de Van Dyke fue más allá de una mera constatación de los delitos de trata en Inglaterra. Para la investigadora, el problema se ramifica a través de todos los continentes. «Una gran parte de la comunidad andina latinoamericana está siendo vulnerada por las redes de trata. Estas han ido evolucionando en el tiempo, y el solo hecho de que sus integrantes no sean latinoamericanos necesariamente ya nos indica que se trata de organizaciones criminales mundiales».
No solo eso. Según sus estudios, muchos peruanos inmigrantes en Europa estarían siendo víctimas de trata y permanecen sin identificar porque han cambiado de identidad conforme atraviesan varios países. Sus intentos por mantenerse en esos países y seguir trabajando los ha convertido en individuos vulnerables, listos para ser explotados.
Quizá esos peruanos figuren hoy en las listas de víctimas brasileros o paraguayos.
A esto se suma que en Europa muchos inmigrantes no denuncian su situación de explotación -sexual, laboral- precisamente por su condición de ilegales. Si lo hicieran, podría ocurrir que sean deportados como si ellos fuesen los culpables. Mientras tanto, el tratante seguirá operando impunemente.
¿Qué alternativas puede tener ese inmigrante entre dos fuegos: la legal que significa lo regresen a su país de origen y deje de trabajar y enviar remesas a su familia, o la ilegal, que consiste en seguir soportando su situación de esclavitud?
«Un ejemplo de todo esto es lo que ocurre en Holanda. Las mujeres suelen entrar legalmente al país pero solo por un tiempo corto. Como insisten en quedarse, se convierten en ilegales y se pierde el contacto con ellas. Por este mismo carácter subterráneo es que se hace difícil saber cuántas de estas mujeres terminan trabajando en el sector sexual. O explotadas en el turismo o la construcción, en el trabajo doméstico o la agricultura», dice Van Dyke.
Finlamente, la investigadora también resaltó los esfuerzos de la policía inglesa para resolver la trata de personas en Reino Unido, no solo por el nivel de capacitación que reciben los agentes -en especial los que trabajan en las fronteras del país-, sino también porque son proclives de ser llevados a juicio si se demuestra que no atendieron a tiempo las denuncias de las víctimas de trata.
Con todo, tampoco pudo evitar la autocrítica.
«Es notorio que a las autoridades europeas le preocupa más las condiciones de ilegalidad de las víctimas antes que su sufrimiento y sus vivencias de explotación. Y eso no debería ocurrir así, porque los derechos humanos están por encima de todo. Sin embargo, esta manera de actuar es lo que se refleja en las leyes anti-migratorias de los políticos europeos».
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