Entrevista al Dr. Alejandro Cussianovich, profesor de la Maestría de Políticas Sociales y Promoción de la Infancia y en la de Psicología Educativa en la UNMSM – Universidad San Marcos de Lima y coordinador del Instituto de formación IFEJANT de Lima.
1. ¿Cuál es la mirada tradicional que se tiene sobre el trabajo infantil y cuál es su postura al respecto?
Personalmente parto de la necesidad de no ser ni deterministas ni positivistas en nuestra manera de situarnos frente a fenómenos sociales de complejidad y conflictividad como el mundo de los niños trabajadores en países pluriculturales. Pero igualmente, de ciertas cegueras del conocimiento como diría E. Morin, a la pregunta subyace una idea que universaliza, naturaliza y homogeneiza el llamado trabajo infantil, verdadero constructo funcional a las medidas que responden más que a una emancipadora mirada de los niños, niñas y adolescentes trabajadores, a su sometimiento a concepciones como la que se expresa por ejemplo en el Convenio 138 de la OIT sobre la edad mínima. Estamos frente a una norma de 1973 con insignificante efecto sobre los eventuales como negativos impactos de formas de trabajo absolutamente inaceptables. Ante los relativamente pocos estados parte que lo habían ratificado y frente al límite de normas carentes de real efecto para las que en un momento dado expertos lograron producir, que al no contar con una real aceptación práctica, que debieron colocarlo en el preámbulo al C.182 como aceptación formal del mismo.
2. ¿Usted considera que el trabajo de niñas, niños y adolescentes, por debajo de la edad mínima de acceso al empleo, afectaría los derechos de educación, salud, desarrollo integral, entre otros, de este sector de la población?
Hoy el tema de la edad cronológica está seriamente cuestionado cuando ésta deja intocadas las causas estructurales de un modelo civilizatorio hegemónico cínicamente complaciente con el costo que el crecimiento y acumulación de riqueza comporta en cuyo marco, una vez más, deben encararse las nuevas formas de trabajo, también de niños y adolescentes. Por otro lado la incompatibilidad entre educación y trabajo que subyace a la pregunta refleja una mirada etnocéntrica y aparentemente monocultural concretada en sistemas y enfoques de efecto estandarizante y en la práctica, reproductor de desigualdades.
Centrarse en educación para ser competitivos en sociedades del desempleo, del empleo precario e informal como se le llama, deviene en una falacia que embalsa malestar social, personal. Rechazamos por genérico e ideológico lo afirmado en la Guía para Parlamentarios para la aplicación del C.182 de la OIT cuando afirma en la p. 31 que quien de niño hubiere trabajado, de adulto tendrá alguna afección psicológica. En momentos en que el Comité de Ginebra prepara un comentario al artículo 32 de la CDN, 90 expertos y académicos de países del norte mayoritariamente, prepara una serie de informes, estudios, investigaciones de carácter científico y académico, para replantear en el nuevo contexto de las relaciones y roles intergeneracionales, las implicancias del actual C.138 y aquello de la edad cronológica que dicho convenio consagra y se rigidiza en la normativa que en el mundo ha logrado imponer la OIT a través de políticas sociales finalmente abolicionistas.
3. Considerando que el Perú es el país con mayores índices de trabajo infantil en Latinoamérica, según estudio de UNICEF en el 2015. ¿Cómo se explica que el trabajo infantil se presente en países en vías de desarrollo?
Me parece que UNICEF hace bien en proporcionar cifras que ejemplifican cómo en veinte y más años de pretendida lucha ¨por un país sin trabajo infantil¨ a secas, los graves errores de estrategias y discursos al que se sumara el fenecido programa abolicionista ProNiño de Telefónica y el que hoy está latente en experiencias como Semilla, Llachay con esfuerzos de ONGs en muchas de sus acciones teñidas de compulsividad y correccionalismo, resultado de la necesidad de demostrar logros y metas cumplidas. En la región se refuerza la tendencia a bajar la edad de penalización y a subir la edad mínima para trabajar. De allí el escándalo suscitado por el nuevo código de las niñas, niños y adolescentes de Bolivia que plantea el derecho de los trabajadores niños a ser protegidos como tales desde los diez años. En vías de desarrollo no significa otra cosa que ser países que aún no logran llegar a los niveles de desarrollo como se entiende en el modelo civilizatorio dominante (modernización y crecimiento económico a costa de reproducción de la desigualdades y la pobreza). Ello permite entender lo grave de afirmaciones como que los niños, niñas y adolescentes trabajadores son causa de la pobreza, hacen que sus países no sean elegibles por los centros de poder paralelo y económico. Sin embargo hay dos fenómenos que deben ser tomados en cuenta. ¿Realmente no hay menores trabajando en los países desarrollados?, ¿desde cuándo no se hacen estudios sobre dicho fenómeno en la comunidad europea?, o ¿lo logrado en este campo es al precio de que el llamado trabajo infantil se da en territorios en los que dichos países desarrollados son los que están sosteniendo el capitalismo extractivista que tiene en nuestros países una de sus principales fuentes en minerales, agua, energía? Y la segunda cuestión refiere a dejar en manos de los países el ejecutar o poner en marcha la normativa abolicionista una vez que se ha logrado que el marco jurídico responda a los planteamientos de los organismos internacionales. Dicho de otra manera, las leyes, normas y planes abolicionistas implantados localmente, liberan de la responsabilidad a instancias como la OIT y quedan como organismos panópticos para sancionar como se pretende hacer con Bolivia. Pero a ello cabría añadir los criterios de medición del fenómeno del trabajo infantil. Ya el 2008 los expertos de la OIT en Ginebra acordaron criterios de medición que terminaron desprotegiendo a los menores de la edad legal y abriendo puertas a políticas de persecución, de represión cuyo efecto ha sido múltiples formas de ocultamiento y de falseamiento de estadísticas con las que se pretende medir y comprender el fenómeno del trabajo infantil.
4. ¿Existe alguna experiencia que pruebe las ventajas en términos de ciudadanía y participación de los Niños y Adolescentes Trabajadores (NATS) por encima de los que no trabajan?
La pregunta no puede llevarnos a nuevas formas de distinguir para separar. Habría que preguntarse si hablamos de niños y niñas del mismo sector o estatus social o de estratos diferentes. El tema del trabajo de los niños refiere, entre otras dimensiones, a qué tipo de subjetividad personal y social se va constituyendo, qué nivel de sentido de pertenencia se va produciendo, qué perfil identitario, qué conciencia de autonomía, qué sentido ético y moral va permeando la personalidad de los niños y niñas. Y ello tiene que ver con la familia, con la escuela, con los medios de comunicación, con qué barrio de la ciudad es su territorio cotidiano, o qué comunidad rural es su hábitat, tiene que ver con los sentidos comunes instalados, con las representaciones sociales dominantes en los colectivos culturales, etc. Ninguna experiencia por sí sola puede pretenderse que sea planamente positiva o irremediablemente negativa si ésta no es intencionalmente resignificada, si no se da la oportunidad de robarle la plusvalía de humanización de la que dicha experiencia podría ser portadora. Nuestra experiencia de más de 40 años con NNATs, organizados o no y desde una permanente pasión educativa, demuestra que éstos son tan pasibles de los impactos negativos como positivos que la sociedad global y los contextos en que van creciendo pueden marcar sus vidas. Entonces, ni terminar idealizando a los NNATs, ni hacer de ese instrumento que es su organización, cuando la tienen, una especie de fórmula mágica y milagrera que los hace estar por encima de los otros pares no trabajadores. Lo importante es no permitir que estrategias o políticas sociales o actos celebratorios en contra de los niños, niñas y adolescentes trabajadores como el alicaído día internacional contra ellos los 12 de junio- no terminen fomentando peligrosas confrontaciones entre pares y embalsando nuevos obstáculos para un verdadera cultura democrática de la que hoy adolece el país.
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