N° 276: Claudia Neyra: «La atención especializada de la salud mental de las víctimas de trata de personas es clave para su reintegración a la sociedad.»

Claudia Paola Neyra Quijandría

Estudió Literatura y Psicología en la PUCP, y realizó estudios de maestría en Psicología Comunitaria en la misma casa de estudios. Actualmente, es coordinadora del Instituto de Protección al Menor y Personas Vulnerables (IPMEP) de la UARM, psicoterapeuta en Psiquiatras Asociados, y consultora de la ONG CHS Alternativo.

De acuerdo con su experiencia, ¿qué lugar ocupa la salud mental en el proceso de reintegración de personas que sobreviven a la violencia o a delitos de trata y explotación sexual?

Ocupa un lugar central en el proceso por varios motivos. Vivir una situación límite de violencia extrema como la trata de personas afecta la salud mental de las víctimas, ya que no solo implica un atentado contra su libertad, sino también contra su dignidad, en la medida que se las reduce a la condición de objeto para obtener un beneficio económico. Experimentar secuelas como el miedo, la angustia, la desconfianza o la culpa es común entre las sobrevivientes; en los casos más graves, se puede desarrollar un trastorno por estrés postraumático o desencadenar otros tipos de condiciones crónicas. Para hacer frente a este tipo de secuelas y al proceso de acceso a la justicia, si es que se interpuso una denuncia, las personas afectadas necesitan reconstruir la confianza básica en sí mismas y en el entorno, lo cual, en muchas ocasiones, requiere atención especializada en salud mental, psicoterapéutica o psiquiátrica. Si no se considera este aspecto, su proceso de inserción o reinserción social podría dificultarse o truncarse. La atención a la salud mental como aspecto central en la recuperación de las víctimas es una de las principales conclusiones de Buscando justicia, la investigación realizada por Andrea Querol.

2. ¿Cómo debería incorporarse la atención a la salud mental en el proceso de acompañamiento hacia la reintegración de niñas, niños y adolescentes víctimas de trata de personas y sus familias?

Debería ser un aspecto transversal al proceso de acompañamiento, de ahí que sea necesario e indispensable que se articulen esfuerzos entre las distintas instancias del Estado involucradas en el proceso de reintegración: MIMP, MINSA, Ministerio Público, etc. La salud mental es el resultado de la conjunción de factores individuales y extraindividuales, como los familiares, sociales, culturales, económicos, políticos, etc. Si la vemos desde esa perspectiva, entonces es inevitable reconocer que las distintas instancias del Estado involucradas en la inclusión social de las víctimas necesitan trabajar articuladamente para que puedan acceder a los servicios que por derecho les corresponden. Escuchar sus voces y reconocer sus necesidades para desde allí acompañar la reconstrucción de sus proyectos de vida es básico y redunda en el cuidado de su salud mental.

3. ¿Qué recomendaciones relacionadas con la salud mental de niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de violencia o delitos de explotación humana daría a los operadores de justicia y de servicios que los atienden?

Primero, es importante señalar que el cuidado de la salud mental no es exclusividad de psicólogos/as, psicoterapeutas o psiquiatras, sino que, como individuos y sociedad, nos convoca a todos a reflexionar sobre la manera en que nos relacionamos o vinculamos. Por tanto, la atención de la salud mental de personas que sobreviven a formas de violencia extrema como la trata de personas incluye la disposición como operadores de servicios o justicia a relacionarnos con ellas de forma saludable: escuchando de manera empática; reconociendo el dolor que han atravesado, pero también los recursos que poseen para continuar con su vida; evitando replicar en nuestro trato el abuso de poder o de conciencia que las convirtió en víctimas. Segundo, es básico recordar que estamos brindando un servicio a las personas afectadas por estos delitos; en ese sentido, les debemos un trato acogedor, sensible, que revierta la violencia de la que fueron víctimas, no que la replique. Investigar o capacitarse en enfoques de derechos, en el enfoque centrado en la víctima es una responsabilidad ética para quienes trabajamos brindando este tipo de servicios.

4. A partir de lo observado en su labor, ¿qué recomendaciones daría a las familias para evitar que hijos e hijas sean expulsados de los hogares o corran el riesgo de ser víctimas de trata o explotación?

Personalmente, considero que para contrarrestar problemas como la violencia es necesario prestar atención a la forma como nos vinculamos los unos con los otros. Es en la naturaleza y desarrollo de nuestros vínculos que se van gestando interacciones atravesadas por la violencia. Si desde casa, como padres, madres o adultos cuidadores, lo tenemos presente y sembramos formas distintas de relación no atravesadas por el abuso ni por la desigualdad, entonces estaremos formando personas capaces de reconocer cuándo una relación humana es saludable y de replicarla en otros ámbitos de sus vidas también. Vivimos en un país donde millones de familias experimentan condiciones de vulnerabilidad por la pobreza y la discriminación; si a eso le sumamos el problema de la violencia intrafamiliar, reconocemos un contexto de riesgo para niños, niñas y adolescentes que no encuentran en sus casas ni en su entorno la tranquilidad, el afecto o la confianza necesarios para desarrollarse de forma saludable. Por tanto, así como es importante contar con políticas públicas en salud mental y prevención de la violencia, también lo es el trabajar de cerca con las familias y el estar atentos a las formas como nos vinculamos con nosotros mismos y el entorno para evitar el establecimiento de relaciones familiares no saludables.

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