Con la esperanza de brindarles mejor educación y acceso a necesidades básicas miles de padres entregan a sus hijos para que vivan con otras personas. Trasladar el cuidado y protección de hijas e hijos a otras personas o familias es una práctica frecuente y aceptada en muchas zonas de nuestro país. El deseo de brindar nuevas oportunidades a sus descendientes, pero también el reconocimiento de la falta de capacidad para hacer frente a las responsabilidades de ser padres, impulsa a miles de personas a entregarlos a alguien a quien consideran honesto y comprometido con el buen desarrollo de los niños.
Esta tradición se basa en la práctica social del padrinazgo, costumbre legítima basada en el principio de la solidaridad social, que no solo creaba lazos de compadrazgo entre los padres y los padrinos, sino entre los propios ahijados, quienes, al compartir un mismo padrino, se consideraban hermanos de pila, [es más] los padrinos suelen ocupar un estrato social y tener una capacidad económica más alta, y, precisamente por ello, las familias los eligen como compadres: piensan en la posibilidad de que, llegado un momento de dificultad, serán ellos quienes podrán auxiliarlos o hacerse cargo de uno o más hijos de la familia, ayudarlos con su educación o encontrarles un trabajo.
Lamentablemente, esta solidaria forma de relaciones humanas ha sido aprovechada por los tratantes de personas para captar fácilmente a víctimas menores de edad, generando vínculos falsos de confianza con las familias, lo que les permiten fungir como supuestos padrinos o compadres para sacar de sus hogares o comunidades de origen a las nuevas víctimas de explotación.
De acuerdo al Ministerio Público, el padrinazgo es una modalidad de captación recurrente en comunidades andinas y amazónicas. Al 2014 se registraron 30 casos de víctimas de trata de personas captadas de esta manera. Además, los tipos de explotación en los que terminan cayendo las víctimas son generalmente son servidumbre en el servicio doméstico, mendicidad, explotación laboral, explotación sexual, entre otros.
Unas de las principales conclusiones del estudio sobre rutas de la trata de personas fue que se evidenció el alto nivel de desconocimiento tanto del delito como de los derechos de ellos mismos así como de los niños y adolescentes. Si consideramos que el padrinazgo es una costumbre de comunidades donde la información que previene la captación no llega y donde no se conocen los derechos inherentes a cada uno, estamos frente a una condición de total vulnerabilidad de estas familias siendo los niños los más expuestos a ser víctimas de tratantes de personas.
Sobre esto, si bien el IV Informe Alternativo señala que el Estado concentró sus esfuerzos en la prevención, éste esfuerzo solo llegó a un total de 1 millón 28 mil personas informadas que, por equivalencia, representa a la población del Callao en comparación a los 31 millones de habitantes que hay en el Perú; se puede decir que solo el 3.3% de los peruanos fue informado. Si tomamos en cuenta que el padrinazgo es una costumbre de comunidades donde la información que previene la captación no llega y donde no se conocen los derechos inherentes a cada uno, estamos frente a una condición de total vulnerabilidad de estas familias siendo los niños los más expuestos a ser víctimas de tratantes de personas.
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